Esparcimiento y solaz en Querétaro: pasado y presente
Esparcimiento y solaz en Querétaro: pasado y presente, Luz Neón, por: Manuel Basaldúa Hernández.
Patinar en una pista de hielo es una actividad placentera, de mucha emoción que llega después del disfrute del deslizamiento y un salto gracioso para girar el cuerpo y cambiar de dirección. El frio que cubre el ambiente es parte de ese escenario gélido pero lúdico. Las cuchillas de las botas parecen temerarias, pero son la mejor herramienta para poder patinar. Deslizarse en el hielo tiene cierta gracia que se llena de estética. Las caídas forman parte de ese ejercicio. solaz, solaz, solaz, solaz, solaz, solaz, solaz
Encontrar hielo en Querétaro parecía algo imposible. Ya se tenían algunos ejemplos de pistas con hielo en época de navidad, pero era una pista muy artificial que no se podía disfrutar por lo burdo de su construcción hechiza. Ahora existe una pista de patinaje con hielo en Juriquilla para que los principiantes tengan esa experiencia. Pero también hay preparación para competencias de danza sobre hielo y hasta un equipo de hockey sobre hielo ya existe para representar al Estado. Esta es una forma de esparcimiento contemporáneo.
Ahora también las plazas comerciales se han convertido en áreas de paseo y de distracción. Son objeto de convivencia familiar que permite el disfrute del tiempo libre para todas las edades. Mirar es la actividad más frecuente, acompañada de la compra de algún antojito o una comida chatarra.
Los llamados antros, y ahora en su versión vintage, la recuperación artificial de bares y cantinas se han convertido en alternativa para los jóvenes que antes acudían a los cafés o a los lugares para una malteada. La multiplicación de esos antros que antes se les conocía como “Discotecas” o simplemente discos, es un esparcimiento de alto riesgo, toda vez que sorteas a los temibles cadeneros, y la cuenta de los meseros, y su respectivo trato inhumano de algunos “valet parkins”.
El centro de la ciudad, del centro histórico, ha sido tomado por los turistas. Difícilmente ya encontramos a queretanos de antaño. La multitud de personas que recorren las calles céntricas, y sus pasos peatonales, tanto a pie como en los autobuses turísticos, han desplazado a los pobladores oriundos, que ahora ven con extrañeza los lugares que antes frecuentaban.
A mediados del Siglo XX la sociedad queretana disfrutaba de su tiempo libre yendo a el Balneario El Jacal allá rumbo al poniente de la ciudad. Quienes contaban con más recursos salían ir al poblado de Tequisquiapan a disfrutar de sus aguas termales. Las clases con menos recursos solían viajar en tren a Celaya a unos baños cerca de la Alameda.
Mientras qué, en la ciudad, la banda del Estado ofrecía serenatas los domingos. Su programa estaba integrado en dos partes, la primera dónde se interpretaban fragmentos de piezas de compositores clásicos. Y la segunda de música popular, que incluía mambos, danzones y piezas de bailes de salón.
El panorama del esparcimiento lo cubría el cine cuando los cines; Alameda, Plaza, Reforma, después Cinema 70 y Cinema 2000. Que incluso este último ofrecía sus atrevidas funciones de medianoche para aquellas mentes abiertas y atrevidas. Las funciones de lucha libre en la Deportiva Bolaños Cacho, las corridas de toros. En lo deportivo, era incipiente la asistencia al Estadio Municipal a los partidos de Los Gallos Blancos en Segunda División, y el beisbol amateur en los parques esporádicos que tenía la ciudad.
La ciudad se transformó radicalmente y con una velocidad inusitada. Los patrones de esparcimiento cambiaron y segmentaron a la ciudad. Para amortiguar el gentío, el Ayuntamiento ha dispuesto efectuar actividades en cada una de sus siete delegaciones. Pero también ya mucha gente no acude a aquellos lugares que antes eran un imán gigante para la convivencia social y multitudinaria. La pandemia y el desarrollo tecnológico de las llamadas plataformas han provocado que las personas y las familias se encierren en sus casas y se ilusionen que alcanzan el mundo desde la sala de su casa.
Luz Neón, por: Manuel Basaldúa Hernández.
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