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Evasión de Impuestos

Evasión de Impuestos

Opinión no Pedida, por: Carlos E. Ricalde Peniche

Lunes 14 de julio del 2025.

Apenas a fines de junio pasado, la Procuradora Fiscal de la Federación, Grisel Galeano García, se refirió a la deuda del Grupo Salinas por impago de impuestos, que data del 2008 y que, a la fecha, ronda la escandalosa cifra de ¡74 mil millones de pesos! (La Jornada), equivalente al Presupuesto de 25 estados de la República. Tal cantidad me recuerda un comentario que se atribuye al empresario J. Paul Getty: “Si le debes al banco 100 dólares, es tu problema. Si le debes al banco 100 millones, el problema es del banco”, en este caso del SAT.

La exposición de la C. Procuradora, en este país donde la corrupción ha echado raíces tan profundas como los árboles centenarios del Tule, invita a pensar que por fin se ha decidido combatir a fondo la evasión fiscal o, una vez más, se trata de un caso aislado donde se le aprietan las tuercas al causante que se sale del huacal.

Dejemos de lado la cuestión personal para repasar el asunto de los impuestos que a más de uno le causa urticaria. Evadir el pago de impuestos se ha convertido en una práctica cotidiana, casi cultural. Evadir impuestos no solo es frecuente, es, para muchos, una especie de deporte nacional, un juego de astucia donde los participantes no compiten por justicia ni por el bien común, sino por escamotear la mayor cantidad posible sin ser atrapados. En esta dinámica perversa, el gobierno y los ciudadanos parecen adversarios eternos en un duelo de desconfianza mutua.

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Por un lado, el Estado acusa con dedo flamígero a quienes no pagan impuestos, son, casi casi, traidores a la patria. Suelen arengar desde el Congreso, exaltaciones como, ¡Atentan contra el desarrollo del país! ¡Desangran a la nación!. Pero, por otro lado, millones de ciudadanos responden con el mismo ánimo, acusando a los políticos de quedarse con lo recaudado: “¿Para qué pagar impuestos, si se lo roban todo?”. En este círculo vicioso, el resultado es un país que camina cojeando hacia el desarrollo, arrastrando una losa de impunidad y desconfianza.

En proporción, casi todos buscan cómo pagar menos impuestos o, si se puede, no pagar nada. El vendedor informal que no declara ni un peso porque “no gana mucho”; el profesionista que no factura todo lo que cobra; el empresario que utiliza factureras para inflar gastos ficticios; el gran corporativo que, con abogados y contadores de lujo, diseña estrategias “legales” para minimizar su carga fiscal.

Desde quien evade unos cuantos pesos hasta quien escapa con miles de millones, como el escandaloso caso de Ricardo Salinas Pliego, dueño de Televisión Azteca, Italika, Elektra y Banco Azteca, entre otros negocios, quien, como ya se dijo, mantiene una batalla con el SAT por una deuda multimillonaria. Usted, amable Lector, ¿a quien le va?

El problema no es sólo individual, sino estructural. La evasión fiscal en México se calcula en más del 6% del PIB, según estudios recientes (SAT, UNAM, ITESM). Es decir, se pierden cientos de miles de millones de pesos al año por impuestos no pagados.

Esa cantidad podría transformar profundamente el país: acabar con el desabasto de medicamentos, garantizar educación de calidad, mejorar los salarios del personal de salud o invertir en infraestructura para el desarrollo regional. Pero no se recauda y lo poco que se recauda suele terminar filtrado por la coladera de la corrupción.

Esa corrupción es el cáncer nacional. Es vox populi, salvo honorables excepciones, que la metástasis alcanza todos los órganos del Estado: policías, jueces, inspectores fiscales, legisladores, funcionarios y hasta instituciones educativas, desde luego, con el estímulo de muchos ciudadanos que ofrecen “mordidas”. Y como en todo cuerpo enfermo, los anticuerpos se debilitan. El mensaje es claro: quien roba, evade o manipula al sistema y no es atrapado, es admirado como un “chingón”, se ríe y lo presume. He oído casos de propietarios de gasolineras que compraron pipas de gasolina destinadas a una zona militar y fueron desviadas a sus establecimientos. ¿Leyendas urbanas? ¿Cuento de pescadores? Puede ser.

Y es que en este deporte nacional, no hay reglas claras. Mientras se permita que ciertos grupos poderosos negocien condonaciones fiscales o simplemente ignoren las resoluciones judiciales y a los pequeños causantes se les persigue con rigor, ¿Dónde queda entonces la justicia tributaria? ¿Quién protege la descarada e impune actividad de las “empresas” factureras? Así es la democracia, ¡promulga Leyes buenas para burlarse de ellas!

Evasión

Así también, se puede decir que el gran reto es recuperar la credibilidad nacional. El Estado debe demostrar que los impuestos sirven para el bien de la sociedad, que el dinero recaudado se invierte con eficiencia y sin corrupción. Solo así se puede recuperar la confianza ciudadana. Mientras tanto, evadir impuestos seguirá siendo el deporte favorito de millones de mexicanos, desde el ambulante hasta el magnate. Porque en un país donde el ejemplo viene de arriba -si es que arriba campea la impunidad—, no es de sorprender que el resto del equipo también juegue sucio.

PONTE XUX
1) Aún los causantes cautivos se dan sus mañas para pagar menos impuestos, pero pagan, y eso merece un aplauso.
2) Si la gran empresa no paga, se declara en quiebra y … pues “cóbrense de ahí”. ¡Es legal!

 

 

 

Opinión-No-PedidaOpinión no Pedida, por: Carlos E. Ricalde Peniche / Correo-e: pibihua2009@gmail.com

Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión del Portal que lo replica y pueden o no, coincidir con las de los miembros del equipo de trabajo de La Tertulia Querétaro., quienes compartimos la libertad de expresión y la diversidad de opiniones compartiendo líneas de expertos.

 

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