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El grito del autócrata

El grito del autócrata.

El Jicote, por Edmundo González Llaca.

Hace tiempo que al Presidente no se le alinean los planetas, en otras palabras, ya se le fueron las cabras al monte. No le salen bien ni las ceremonias de inauguración. Hasta en los desfiles, que son festividades para que el gobierno se luzca, se le hace bolas el engrudo en la hipófisis. Invita a participar a un contingente ruso, al hacerlo contradice la postura de México en la ONU, que había sido reprobar la invasión. Insisto, la salud mental del Presidente es para alarmar.

Bien dice la Biblia: “Por los frutos los conoceréis” La estela de luz, que conmemoraba la Revolución, es el símbolo del mayor de sus pecados: la corrupción. Hubo mentiras en los materiales usados, en sus costos, en el profesionalismo de los constructores. El robo vil de los recursos económicos del país, festejando la Revolución.

El Grito de la Independencia, se convirtió en el símbolo del autoritarismo y las incongruencias de López Obrador. Es sin duda, la gran fiesta cívica de unidad nacional; nada nos identifica más a los mexicanos que la ceremonia del Grito. El Presidente la pervirtió y escupió sobre la historia. Gritó vivas a la democracia, pero no invitó a las representantes de los otros dos poderes, cuando la democracia se distingue precisamente, por la división y el respeto de los otros dos poderes. autócrata, autócrata, autócrata, autócrata, autócrata, autócrata, autócrata

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La explicación que dio estremece por su frivolidad: “No me caen bien”. Es como si nosotros pidiéramos la revocación de mandato presidencial porque el Presidente cuenta chiste malísimos. Contaminar una fiesta nacional con los movimientos de su colon, tiene, además, otra lectura más trascendente.

No invito a las representantes de los otros poderes porque el Estado soy yo, el pueblo también soy yo; nuestro pasado y nuestros símbolos, son todos míos. De dónde sacan que es una fiesta nacional, se equivocan, es mi silla presidencial, es mi fiesta, es mi micrófono, es mi campana.

También gritó “mueras” contra la discriminación, aunque curiosamente las representantes del Poder Legislativo y Judicial son mujeres. No conmovió a López Obrador ni su responsabilidad histórica, institucional y política. No lo motivó ni un rasgo de nobleza y caballerosidad con las mujeres. Como Gabino Barreda no entiende de razones.

Cada Presidente está en su derecho a darle su toque personal al ritual, gritando “Vivas” a los valores que considera fundamentales o que son la brújula en su gobierno. Ahora el Presidente no sólo gritó esos “Vivas”, sino que trastocó la narrativa cívica.

Después de gritar los acostumbrados “Vívas” a nuestros héroes, de su fecunda y tropical imaginación, incluyó “Mueras”. El resultado fue realmente grotesco. “Mientras gritaba, “Muera la avaricia”, el pueblo en la plaza gritaba “Viva”; mientras el Presidente gritaba “Muera la corrupción”, el pueblo coreaba:“Viva”. No se tiene noticia que sus hijos y algunos proveedores de los que reciben asignaciones directas hayan estado entre la multitud.

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El Presidente se imagina en mármol, codeándose con Hidalgo, Morelos, Madero, Juárez, Cárdenas. Su obsesión es pasar a la historia, pero con estos cambios grotescos de la ceremonia del Grito, dudo que pase a la historia, más bien a la historieta cómica.

Hace tiempo he venido señalando que me preocupan las facultades mentales del Presidente, hacer de esta fiesta cívica, su fiesta y la fiesta de sus cuates, es realmente para preocuparnos. No me extrañaría que en el próximo Grito el gobierno se reserve el derecho de admisión para ingresar al Zócalo. Los requerimientos serán: contar con una credencial en la que se acredite ser miembro de Morena y una copia de la boleta que avale que se votó por la Sheinbaum. Si no cumple estos requisitos, absténgase de ir a la Ceremonia y que la Guardia Nacional lo retire voluntariamente.

 

 

 

Edmundo-Álvarez-Llaca

 

El Jicote, por Edmundo González Llaca.

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