El Mentiroso De Palacio. Desgracia Ética.
El Mentiroso De Palacio. Desgracia Ética.
El Jicote. Por: Edmundo González Llaca
El Presidente es un aspiracionista, no en función de adquirir más cosas materiales, sino en su tendencia a superarse en su capacidad de inventar mentiras. La última es verdaderamente genial. Vale antes señalar que, en cuatro años, López Obrador se convirtió en el Presidente más mentiroso del mundo.
Según una investigación, durante este lapso, en las mañaneras dijo 102 mil mentiras, un promedio de 103 por conferencia. Su más cercano competidor era Donald Trump, según Washington Post, había dicho en el mismo período de su gobierno, 30 mil mentiras.
López Obrador, tal vez preocupado con la posibilidad de que Trump pudiera ganar la presidencia, ha decidido superarse y que no le arrebaten la medalla de oro. En relación con los fideicomisos que le va a quitar al Poder Judicial, manifestó: “Que estén conscientes los trabajadores que ellos no van a salir perjudicados en nada, es mi palabra y soy un hombre de palabra y los compromisos se cumplen .., Yo soy la garantía…”
¡Ay nanita! Si fuera trabajador de la Suprema, estas declaraciones, lejos de tranquilizarme, me dejarían más nervioso, pues recuerden cuando antes se comprometió: “…
En mi carácter de titular del Ejecutivo Federal actuaré con rectitud y con respeto a las potestades y la soberanía de los otros poderes legalmente constituidos; ofrezco a ustedes, señoras y señores magistrados, así como al resto del Poder Judicial, a los legisladores y a todos los integrantes de las entidades autónomas del Estado, que no habré de entrometerme de manera alguna en las resoluciones que únicamente a ustedes competen (…) ninguna autoridad encargada de impartir justicia será objeto de presiones ni de peticiones ilegítimas cuando esté trabajando en el análisis, elaboración o ejecución de sus dictámenes y habrá absoluto respeto por sus veredictos.
El Ejecutivo no será más el poder de los poderes ni buscará someter a los otros”. Se abre una tregua para que el lector suspenda la lectura y se ría.
Un mentiroso que se respete, debe contar con una buena memoria para que no lo descubran cuando se contradiga; además, debe confiar en que los engañados padezcan alzheimer; que ya se les haya olvidó lo que él algún día antes manifestó.
López Obrador es un hombre antiguo, no se ha dado cuenta que, gracias a la tecnología, el archivo de sus declaraciones pueden ser recuperadas en segundos. Los opositores no necesitan hacer despliegue de imaginación para hacer propaganda contra Lady Anticarisma, basta repetir las promesas que ha hecho en el pasado su destapador.
¿Recuerdan cuando como Jefe de la Ciudad decía de las próximas elecciones presidenciales? “Ahora sí ya no voy a participar, denme por muerto”. De hacerle caso, podríamos afirmar que quien recibió treinta millones de votos, fue su zombi.
¿Recuerdan cuando prometió que regresaría al Ejército a los cuarteles? No solamente no los ha regresado sino que los ha convertido en mil usos del gobierno.
Las fuerzas armadas han perdido identidad y ya no sabemos de qué color pinta el verde. Algo que tiene que ver conmigo, en mítines públicos, en los que por cierto me trató con deferencia, lo cual reconozco, afirmó que no estaba de acuerdo con lo que sostengo y me corrigió diciendo que en su gobierno:
“Se acabaría con la corrupción”. Pues no solamente no la acabó sino que su gobierno es uno de los más corruptos de nuestra historia.
Resulta tedioso enumerar todas sus mentiras, la última, cuando se comprometió a no intervenir en la elección del candidato presidencial de Morena Con todo descaro fijó las reglas de la competencia, designó a la afortunada y le dio un bastón rajado, pues le asestó otras encomiendas personales.
Al Presidemiente, o como se le bautiza en las redes sociales, AMLOCHO, no se le puede creer, como diríamos los queretanos, ni el Credo.
Lo más grave: cuando compromete su palabra, debemos estar preparados, pues no solamente se va a conformar con mentir sino, como se prueba en párrafos anteriores, va a actuar exactamente en sentido contrario. Una desgracia ética nacional.
El Jicote, por Edmundo González Llaca.
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